martes, 14 de octubre de 2014

Descoordinación de órganos

El perfume, la esencia,
un no sé qué”, un “que qué sé yo”, 
que si no es guapo pero atractivo un rato, 
características irrazonables que sometemos al cerebro,
dañándolo, 
cocinándolo, 
forzándolo a lo que no tiene explicación, 
a lo que la inteligencia no entiende. 
Y las hormonas siguen segregando sustancias sin causa aparente, 
y el cerebro sigue intentando entenderlo. 
Y nos emperramos. 
Y nos esforzamos. 
Y lloramos por la impotencia de no entender, 
pero que son sólo hormonas, 
que son sólo potenciales evocados que disparan, 
y que crean conexiones neuronales, 
muchas de ellas aleatorias o, incluso, azarosas.

Y mientras tu cerebro baila al ritmo de la causa y efecto, 
un disparo por aquí, otro por allá, 
tú sigues buscando los porqués. 
Y te sigues martirizando, 
autolesionando, 
sin comprender la incomprensibilidad de la hormona, 
la neurona, el poder emocional de la amígdala y los inimaginables receptores neuronales.