“un no sé qué”, un “que qué sé yo”,
que si no es guapo pero atractivo un rato,
características irrazonables que sometemos al cerebro,
dañándolo,
cocinándolo,
forzándolo a lo que no tiene explicación,
a lo que la inteligencia no entiende.
Y las hormonas siguen segregando sustancias sin causa aparente,
y el cerebro sigue intentando entenderlo.
Y nos emperramos.
Y nos esforzamos.
Y lloramos por la impotencia de no entender,
pero que son sólo hormonas,
que son sólo potenciales evocados que disparan,
y que crean conexiones neuronales,
muchas de ellas aleatorias o, incluso, azarosas.
Y mientras tu cerebro baila al ritmo de la causa y efecto,
Y mientras tu cerebro baila al ritmo de la causa y efecto,
un disparo por aquí, otro por allá,
tú sigues buscando los porqués.
Y te sigues martirizando,
autolesionando,
sin comprender la incomprensibilidad de la hormona,
la neurona, el poder emocional de la amígdala y los inimaginables receptores neuronales.