martes, 31 de marzo de 2015

Bendito corazón nuestro


Un buen día, tu amor te abandona y tú susurras, categóricamente, con el corazón aún en la mano palpitante, “nunca querré a nadie como te quise a ti”. Una verdad que sale de tu boca llenándote las vísceras, que crees firmemente y que resulta irrevocable. En ese momento, la intensidad y la pasión están hablando, y te resulta verdaderamente incomprensible querer a alguien como estás queriendo en aquél momento.

Pero luego, llega otra persona, te enamoras, llega la pasión y, si tienes la mala suerte, como pasa mucho en estos tiempos, te vuelven a abandonar; y apareces de nuevo en escena llorando, prometiendo amor eterno, con tu corazón, que después de sacártelo lo volviste a colocar, volviéndolo a sacar en mano palpitante, jurando que nunca amarás a alguien como lo estás amando ahora. Vuelves a creértelo, la intensidad de las emociones nunca falla; es cierto: Lo amo y jamás querré de esta forma. Pero de nuevo el tiempo pasa, te vuelves a meter el corazón en tu caja torácica y de nuevo vuelve a palpitar al ritmo de otro corazón, una y otra vez, con la misma intensidad y la misma sangre.

Una y otra vez, sin cansancio, sin retorno, ni olvido, ni aprendizaje.

Una y otra vez, hasta el fin de los tiempos del bendito corazón nuestro.